A más de 20 años de su creación, Globant es hoy una compañía con 30.000 empleados en 35 países. Nacida en plena crisis argentina, la firma se convirtió en un referente global de innovación digital. Su CEO y cofundador, Martín Migoya, repasó en diálogo con Clarín el camino recorrido, los saltos tecnológicos que marcaron cada etapa y los desafíos que plantea la irrupción de la inteligencia artificial.

Globant nació en medio de una crisis y hoy es una empresa global. ¿Qué cambió de aquella primera etapa?

—Seguimos con la misma energía y con la sensación de que la oportunidad que tenemos por delante es interminable. Eso habla de la nobleza del negocio y de la oportunidad que vimos hace más de 20 años. En aquel momento éramos cuatro amigos y una bandera; hoy somos 30.000 Globers en 35 países y trabajamos con los clientes más relevantes del planeta.

A lo largo de este tiempo vivimos todos los grandes cambios tecnológicos: el nacimiento de Internet, el auge del e-commerce, las redes sociales, el gaming, las plataformas móviles y ahora la inteligencia artificial. No creo que haya existido otro período histórico con tanta magnitud y profundidad de transformación tecnológica.

—¿Cómo define hoy a Globant dentro de ese escenario?

—Somos algo así como los “Sherpa” de la transformación empresarial. Las compañías están ante una nueva reinvención de sus procesos de negocio basada en inteligencia artificial. Y, dado el nivel de complejidad, necesitan guías que las ayuden a escalar ese “Everest”.

En este mundo no va a haber un modelo único, sino muchos modelos aplicados a distintos problemas. Nosotros ayudamos a que las empresas puedan integrar esos modelos en sus procesos. Solo un 5% de las compañías tiene la capacidad técnica para hacerlo por sí mismas; para el otro 95%, ahí está nuestra oportunidad.

—Globant viene trabajando con inteligencia artificial desde hace tiempo. ¿Qué cambió con esta nueva ola?

—Hace más de diez años que invertimos en inteligencia artificial. En los últimos cinco, la usamos para conectar proyectos, hacer staffing y reclutar talento. Hoy todo eso se aceleró. Ya teníamos incluso una patente similar a lo que después fue Copilot. Pero más allá de la competencia por quién tiene el mejor modelo, a nosotros nos interesa usar esas herramientas para resolver problemas reales de nuestros clientes.

El gran desafío ahora es pasar de usar la IA como una herramienta de productividad personal a rediseñar procesos completos centrados en IA, donde el humano supervise. Esa es la verdadera transformación que se viene.

—¿Qué tan preparada está la industria para ese cambio de paradigma?

—Todavía hay mucha confusión. No todo tiene que tener inteligencia artificial. Hay procesos que siguen necesitando sistemas determinísticos, como la contabilidad o los cálculos matemáticos. Lo importante es saber cuándo usar IA y cuándo no.

En Globant, por ejemplo, ya rediseñamos muchos procesos internos. Creamos herramientas que antes eran imposibles de imaginar. Y lo hicimos aprendiendo de los errores, probando, descartando lo que no funcionaba. Así se construye innovación real.

—El mercado castigó a las acciones de empresas de tecnología este año. ¿Cómo impactó eso en Globant?

—Nos pasó lo mismo que a toda la industria. Algunos inversores creyeron que con las nuevas herramientas ya no se necesitaría una empresa como Globant, pero eso no es cierto.

El precio de la acción responde a variables externas que no controlamos: tasas de interés, sobre contratación, desaceleración del sector. Lo importante es lo que sí controlamos: cómo ejecutamos, cómo priorizamos el delivery a nuestros clientes, cómo reinventamos nuestra relación con ellos.

Por eso lanzamos un proceso de recompra de acciones: creemos tanto en lo que hacemos que, si la acción está barata, preferimos invertir en nosotros mismos.

—¿Cómo está distribuida hoy la operación global de la compañía?

—América Latina sigue siendo muy importante: unas 22.000 personas trabajan en la región, sobre todo en Argentina y Colombia. Tenemos además 5.000 en India y el resto distribuidos entre Europa, Medio Oriente y Oceanía.

Ya llegamos a todos los mercados donde queríamos estar. Ahora el desafío es profundizar las relaciones con nuestros clientes y consolidar lo que construimos, sin dejar de innovar. Porque el día que dejemos de innovar, desaparecemos.

—¿Qué lugar ocupa la innovación hoy dentro de Globant?

—Central. La innovación es parte de nuestro ADN. Hace poco lanzamos Enterprise AI, una plataforma que conecta más de 140 modelos distintos y todos los sistemas corporativos de una empresa para rediseñar procesos desde cero. Es, en cierto modo, el playbook perfecto para implementar inteligencia artificial.

Ya tenemos casos concretos, como YPF, donde rediseñamos todo el proceso de compras. Lo que antes llevaba meses, hoy puede resolverse en horas. Los ahorros son enormes y el impacto en eficiencia es inmediato.

—¿Qué tipo de cambios implica este nuevo modelo de negocio?

—Cambia todo: cómo nos organizamos, cómo nos relacionamos con los clientes, cómo se contratan nuestros servicios.

Así como Amazon simplificó el hosting y lo transformó en un servicio escalable, nosotros queremos hacer algo parecido con la consultoría tecnológica. Con nuestro modelo de AI Pods, los clientes describen su problema, el sistema asigna automáticamente los agentes necesarios y paga solo por uso. Es un modelo mucho más transparente, ágil y escalable.

—¿Qué desafíos ves hacia adelante para la industria y para Globant?

—El principal desafío es seguir adaptándonos a la velocidad del cambio tecnológico. Pero también hay una oportunidad enorme: crear una nueva forma de relación entre humanos y máquinas, donde la IA libere tiempo y creatividad.

Yo soy un optimista nato. Creo que la inteligencia artificial va a sacar lo mejor del ser humano, va a eliminar tareas repetitivas y va a crear nuevos trabajos. La supervisión humana seguirá siendo esencial.

—¿Qué lugar ocupa Argentina en esta nueva etapa de Globant?

—Argentina sigue siendo un país clave por su talento. Y veo con buenos ojos el rumbo actual: disciplina fiscal, reformas estructurales y desregulación. Eso es lo que hace sostenible a largo plazo a cualquier organización, pública o privada.

Si logramos mantener ese camino, el país tiene una oportunidad enorme para consolidarse como un polo global de conocimiento. El futuro del talento argentino es brillante.

—¿Qué falta para aprovechar plenamente esa oportunidad?

—Seguir formando ingenieros. Argentina tiene buenas universidades, pero necesitamos que estudiar tecnología se vuelva algo realmente popular. El mundo se va a dividir entre quienes sepan dominar una máquina y quienes no.

Los jóvenes tienen que entender que la tecnología no los reemplaza: los potencia. Los trabajos del futuro van a ser más interesantes que nunca, y depende de nosotros prepararlos para eso.



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